Sanando las heridas de tu niñez

Desde temprana edad, la mayoría de nosotros experimentamos heridas emocionales de diversas índoles: abandono, desvalorización y otras formas de dolor que suscitan enojo y nos llevan a cuestionarnos el porqué de tales sufrimientos.

Con el tiempo, comprendemos que nuestra existencia en este plano terrenal es una escuela de aprendizaje, donde debemos enfrentar emociones y superar obstáculos para evolucionar. 

A los tres años, cuando nuestro cerebro está ya receptivo para absorber información, se produce lo que podríamos llamar la gran herida: la angustia de la valoración.

Es en este punto donde a menudo ocurre una desconexión con nuestra esencia, y comenzamos a buscar fuera de nosotros mismos lo que creemos que nos falta. 

Estas heridas están destinadas a ser sanadas y superadas en nuestra evolución, pero con frecuencia nos encontramos paralizados por ellas. Nuestro niño interior se cierra, se bloquea. Clama internamente: “No quiero enfrentar estas heridas”, y recurre a nuestro cerebro, a nuestro “disco rígido”, para erigir barreras que impidan el paso del sufrimiento. 

Sin embargo, la vida nos lleva de nuevo hacia el dolor de esas heridas a través de nuestras relaciones con seres queridos, familiares, parejas y amigos, pues entiende que necesitamos modificar actitudes para crecer.

Es en la superación de estos obstáculos donde aprendemos a fortalecernos y a cultivar el verdadero amor, la empatía y la generosidad.

A menudo, deseamos deshacernos de estas heridas y relegarlas al subconsciente para siempre, pero las heridas son energías que no se destruyen, sino que se transforman. Aunque intentemos evadirlas, la vida nos muestra su propósito.

Nuestro niño interior reside en el subconsciente, buscando en el exterior compensación por las emociones que generaron las heridas. Sin embargo, estas búsquedas a menudo resultan en frustración, y las heridas vuelven a resurgir. 

Reconocer y abordar estas heridas desde adentro nos permite comprender el sentido de nuestra propia existencia y sanar desde lo más profundo de nuestro ser.

¿Cómo podemos identificar estas heridas de la infancia? 

A menudo, la angustia que experimentamos ante determinadas situaciones o personas puede indicarnos su presencia. Peleamos con estas situaciones externas, cuando en realidad deberíamos dirigir nuestra atención hacia nuestro interior y dialogar con nuestro niño herido.

Imagina a un niño o niña solitario y desamparado en la calle, con los ojos llenos de tristeza y desamor. ¿Qué harías si lo encontraras? Lo consolarías, le brindarías seguridad y afecto, ¿verdad? 

De manera similar, debemos aprender a consolar y amar a nuestro propio niño interior, que lleva consigo las heridas y espera ser sanado y amado.

Aunque enfrentar nuestras heridas internas pueda resultar aterrador, huir de ellas es luchar contra nosotros mismos. 

Hoy en día existen herramientas poderosas que pueden ayudarnos en este proceso. La física cuántica nos enseña que nuestro estado interior se refleja en nuestro entorno exterior, y nos proporciona la capacidad de transformar nuestras experiencias.

También, es posible abordar esta sanación desde diversas perspectivas, como a través de:

–> Certificación en Biodescodificación Cuántica

–> Certificación en Danza de los 4 Elementos

–> Certificación en Llama Trina

Recuerda que, a pesar de las resistencias que nuestra mente pueda presentar, debemos sentirnos capaces de explorar nuestro subconsciente para sanarlo. 

Observar las situaciones que se repiten y nos generan angustia, y buscar ayuda en terapias holísticas, puede ser un primer paso hacia la sanación de nuestro niño interior.

2 comentarios en “Sanando las heridas de tu niñez”

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