“Se me soltó la cadena”

¡Se me soltó la cadena!

¿Cuántas veces oímos decir esta frase, en forma de disculpa?

Varias , siempre aludiendo a una forma de responder, o de actuar de alguien, hacia nosotros, o hacia otros.

Esta frase se la atribuyen al filósofo griego Platón, quien, en una de sus tantas reflexiones ,dijera que cada uno de nosotros los humanos, llevamos dentro una bestia, a quien a veces no podemos controlar, y se nos suelta de la cadena, ¡“metafóricamente hablando”, y sale!

Platón, era un maestro en el arte de razonar. Usaba la lógica y el pensamiento deductivo, cuando enseñaba. A veces, para los más duros de entendimiento, utilizaba el cuento. Además del cuerpo, el ser humano posee “bestias” que se conforman de mandatos sociales ,familiares, y creencias.

De ahí el dicho:

¿Cómo fue tu día hoy?

La bestia estuvo calma.

Cuántas cosas hacemos para mantener a la fiera tranquila…porque, ella está atenta, vigila los movimientos, nos esclaviza. Así es como tratamos de complacer a personas de nuestro entorno, aunque nos cueste un disparo, pico de cortisol. Cada uno sabe a qué bestia atiende.

Dicen que, para poder alcanzar la liberación, debemos escuchar la voz del alma, y dejar las quejas de la bestia en el plano de la ilusión.

Cuando recibimos Luz, esta nos eleva, anulando la condición de esclavo y de bestia.

Las puertas del corazón no tienen picaportes, se abren desde adentro.

Es probable que por haber aprendido de padres que se comunicaban sin una gran conciencia, usando palabras agresivas manifestando su enojo con brusquedad, y reprimiendo su enojo también con brusquedad, eso es lo que nos enseñaron a nosotros, a reprimir nuestro propio enojo, provocándonos un daño tremendo.

Crecer con este aprendizaje, implica invisibilizarnos, a no defender nuestras necesidades, a no tener derecho a decir qué sentimos, por eso, nos quedamos callados.

Es así como el enojo, queda en nuestro interior con una gran bomba a punto de estallar. Sumado a esto, la acumulación de experiencias difíciles que tuvimos en la vida, en donde el enojo en forma de bestia salía como un volcán, fuimos generando la creencia que podemos explotar exageradamente, de enojarnos y reaccionar compulsivamente, pero sin medir las consecuencias de lo que hacíamos o decíamos de niños.

¿Y qué ocurrió?

Todo aquello bloqueó la capacidad de saber manejar esas reacciones tan abruptas y reaccionar, reflexionando buenamente.

Cuando puedo anejar mi enojo, tengo más cerca mi poder personal.

Cómo saber si aprendimos a manejar nuestro enojo, basándonos en nuestra capacidad de poner límites.

A veces para poder un límite, reaccionamos en forma violenta; lo que sí sabemos es que, algo que necesitamos , no es respetado por los demás o por nosotros mismos.

Cuando poner el límite, no hay nada más que importe, la racionalidad no tiene ningún lugar, paraliza todo, justamente por ese desequilibrio.

Lo indicado para lograr el equilibrio, es poner límites sanos. Esto se llama, “amansar a la fiera”.

Poner límites sanos implica, sentarse a conversar amablemente, exponiendo las necesidades, y que la otra persona pare de hacer algo o que por favor haga algo en su defecto.

Así se empieza, claro que, si no te están prestando atención , entonces deberías poner más énfasis en tus palabras, y si tampoco resulta, entonces tendrás que reforzar tus límites, hasta tanto, que tu necesidad sea escuchada.

En general por esa forma desbocada que tenemos de expresarnos que proviene del pasado, nuestra capacidad de poner límit4es es bastante poca.

Si midieras tu capacidad de imponer límites,

¿ hasta dónde llega?

Podríamos decir que si tomaras estos tres pasos, resultaría, mejor:

Hablar en forma persuasiva, amorosa y luego muy firmemente, por lo tanto, si no eres escuchado aún, debe llegar el momento en que usarás la firmeza y no te retractarás, y no cedes la palabra.

Y si luego de usar la firmeza no cumples con lo dicho, entonces tu palabra no será, tenida en cuenta más, por consiguiente, perderás el respeto hacia ti misma.

Buscas ser respetado o respetada, sé coherente en lo que dices.

Por lo tanto, si tampoco te estuviera escuchando, entonces como última instancia, corta la conversación para que en silencio se oiga tu límite.

Esta es la forma más sana de expresar nuestro enojo, en forma de poder y seguridad y ganaremos más autoconfianza, amor propio y autorrespeto.

Busca el equilibrio, y podrás domar a tu bestia de manera espontánea con el tiempo.

Namasté

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